El libro plantea una teoría conspirativa que carece de fundamentos sólidos y se basa en especulaciones infundadas. Al fusionar la lingüística y la informática, el autor sugiere que las élites utilizan esta supuesta ingeniería lingüística para controlar socialmente a las masas. Sin embargo, esta afirmación carece de evidencia empírica y se presenta más como una teoría de la conspiración que como un análisis riguroso respaldado por datos verificables.
La idea de que el lenguaje es utilizado para manipular a la población y crear situaciones de emergencia como la llamada "PLANdemia" o el cambio climático, sin ofrecer pruebas concretas, es irresponsable y puede fomentar la desinformación y el miedo injustificado en la sociedad. Además, al sugerir que existe un manual para "disidentes" que les permitirá desprogramarse y deshacerse del supuesto "hechizo" del control social, el libro promueve una visión simplista y conspirativa de la realidad, desviando la atención de problemas reales y complejos que requieren un análisis crítico y fundamentado.
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En lugar de proporcionar una perspectiva equilibrada y fundamentada en la evidencia, el libro parece dirigido a reforzar prejuicios y temores infundados, lo que puede contribuir a la polarización y la desconfianza en las instituciones y expertos legítimos. En última instancia, este tipo de narrativa conspirativa socava el debate público informado y dificulta la búsqueda de soluciones efectivas a los problemas reales que enfrenta la sociedad.
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