OPINIÓN
¿Somos cada vez más tontos?
SI. La percepción de que la humanidad está perdiendo inteligencia parece cobrar fuerza. Según un reciente estudio publicado en la revista Intelligence, los niveles de coeficiente intelectual han disminuido por primera vez en décadas, especialmente en jóvenes de entre 18 y 22 años. Este fenómeno resulta sorprendente si consideramos que, durante la mayor parte del siglo XX, la inteligencia parecía haber aumentado constantemente, un efecto conocido como el 'Efecto Flynn', atribuido a factores como una mejor nutrición y un mayor acceso a la educación.
Sin embargo, las investigaciones recientes en Europa y Estados Unidos señalan un preocupante estancamiento, e incluso un descenso, en las puntuaciones del coeficiente intelectual. Este cambio no solo nos hace preguntarnos si estamos perdiendo capacidades, sino también qué factores podrían estar detrás de este fenómeno.
¿Qué nos está volviendo menos inteligentes?
Uno de los principales sospechosos es la tecnología. Aunque nos ha facilitado la vida de formas inimaginables, también parece estar afectando nuestras capacidades cognitivas. Antes memorizábamos números de teléfono, direcciones o datos importantes; ahora confiamos ciegamente en teléfonos móviles y ordenadores para guardar nuestra memoria. Esto no solo reduce el uso de nuestras capacidades mentales, sino que también fomenta una dependencia casi total de dispositivos electrónicos.
Además, la creencia de que "todo está en internet" ha llevado a muchos jóvenes a despreciar el valor de memorizar o aprender profundamente. La inmediatez de la información parece haber debilitado nuestra capacidad para retener y analizar datos. Vivimos en una era de conocimiento superficial, donde el acceso ilimitado a información no se traduce en comprensión profunda.
El impacto de las redes sociales
Otro factor clave es la sobreexposición a las redes sociales. Estas plataformas nos empujan a vivir en un presente efímero, saltando de una tendencia a otra, olvidando rápidamente lo que acabamos de ver o aprender. Esto afecta nuestra capacidad de concentración y nos condiciona a priorizar la gratificación instantánea sobre el pensamiento crítico y reflexivo.
La sobrecarga de estímulos visuales y auditivos en las redes también fomenta una falta de atención que, a largo plazo, puede afectar nuestra capacidad de procesar información compleja. Este fenómeno no solo amenaza nuestro rendimiento cognitivo, sino que plantea una inquietante pregunta: ¿estamos en camino hacia una involución intelectual?
¿Cómo revertir esta tendencia?
Si queremos evitar esta posible "torpeza colectiva", debemos replantearnos el uso de la tecnología y la educación. Recuperar el valor de aprender, más allá de lo inmediato, y fomentar la lectura, el pensamiento crítico y el análisis profundo podría ser clave. Asimismo, es necesario que las instituciones educativas adapten sus métodos para formar mentes más analíticas y menos dependientes de dispositivos electrónicos.
El cambio también debe comenzar en lo individual: aprender a desconectar, reducir el tiempo en redes sociales y apostar por actividades que estimulen nuestras capacidades cognitivas. La tecnología es una herramienta poderosa, pero no debe sustituir nuestra habilidad para pensar, reflexionar y recordar.
El futuro de nuestra inteligencia colectiva está en nuestras manos. La pregunta es si seremos lo suficientemente listos para darnos cuenta de ello antes de que sea demasiado tarde.

SI. La percepción de que la humanidad está perdiendo inteligencia parece cobrar fuerza. Según un reciente estudio publicado en la revista Intelligence, los niveles de coeficiente intelectual han disminuido por primera vez en décadas, especialmente en jóvenes de entre 18 y 22 años. Este fenómeno resulta sorprendente si consideramos que, durante la mayor parte del siglo XX, la inteligencia parecía haber aumentado constantemente, un efecto conocido como el 'Efecto Flynn', atribuido a factores como una mejor nutrición y un mayor acceso a la educación.
Sin embargo, las investigaciones recientes en Europa y Estados Unidos señalan un preocupante estancamiento, e incluso un descenso, en las puntuaciones del coeficiente intelectual. Este cambio no solo nos hace preguntarnos si estamos perdiendo capacidades, sino también qué factores podrían estar detrás de este fenómeno.
¿Qué nos está volviendo menos inteligentes?
Uno de los principales sospechosos es la tecnología. Aunque nos ha facilitado la vida de formas inimaginables, también parece estar afectando nuestras capacidades cognitivas. Antes memorizábamos números de teléfono, direcciones o datos importantes; ahora confiamos ciegamente en teléfonos móviles y ordenadores para guardar nuestra memoria. Esto no solo reduce el uso de nuestras capacidades mentales, sino que también fomenta una dependencia casi total de dispositivos electrónicos.
Además, la creencia de que "todo está en internet" ha llevado a muchos jóvenes a despreciar el valor de memorizar o aprender profundamente. La inmediatez de la información parece haber debilitado nuestra capacidad para retener y analizar datos. Vivimos en una era de conocimiento superficial, donde el acceso ilimitado a información no se traduce en comprensión profunda.
El impacto de las redes sociales
Otro factor clave es la sobreexposición a las redes sociales. Estas plataformas nos empujan a vivir en un presente efímero, saltando de una tendencia a otra, olvidando rápidamente lo que acabamos de ver o aprender. Esto afecta nuestra capacidad de concentración y nos condiciona a priorizar la gratificación instantánea sobre el pensamiento crítico y reflexivo.
La sobrecarga de estímulos visuales y auditivos en las redes también fomenta una falta de atención que, a largo plazo, puede afectar nuestra capacidad de procesar información compleja. Este fenómeno no solo amenaza nuestro rendimiento cognitivo, sino que plantea una inquietante pregunta: ¿estamos en camino hacia una involución intelectual?
¿Cómo revertir esta tendencia?
Si queremos evitar esta posible "torpeza colectiva", debemos replantearnos el uso de la tecnología y la educación. Recuperar el valor de aprender, más allá de lo inmediato, y fomentar la lectura, el pensamiento crítico y el análisis profundo podría ser clave. Asimismo, es necesario que las instituciones educativas adapten sus métodos para formar mentes más analíticas y menos dependientes de dispositivos electrónicos.
El cambio también debe comenzar en lo individual: aprender a desconectar, reducir el tiempo en redes sociales y apostar por actividades que estimulen nuestras capacidades cognitivas. La tecnología es una herramienta poderosa, pero no debe sustituir nuestra habilidad para pensar, reflexionar y recordar.
El futuro de nuestra inteligencia colectiva está en nuestras manos. La pregunta es si seremos lo suficientemente listos para darnos cuenta de ello antes de que sea demasiado tarde.


























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