Opinión
Firme con parches, vehículos destrozados
No importa por qué carretera se circule, ya sea de titularidad local, provincial, autonómica o estatal: el drama cotidiano de quienes se enfrentan a vías en mal estado está presente. Es como un juego involuntario de habilidad: esquivar baches, adivinar su profundidad cuando están llenos de agua y cruzar los dedos de noche para no caer en una trampa inesperada.
Las iniciativas de protesta, como plantar vegetación en los hoyos, tienen un impacto visual y simbólico poderoso. Llaman la atención y generan conciencia, pero, como bien sabemos, no resuelven el problema estructural de un mantenimiento deficiente. Para lograr cambios reales, suele ser necesaria una presión constante de la ciudadanía, denuncias organizadas y exigencias a las administraciones responsables.
El mantenimiento viario no es solo una cuestión de comodidad para los conductores, sino un pilar fundamental para la seguridad y el progreso económico. Una red de carreteras bien conservada permite un transporte más eficiente, reduce costes logísticos y evita accidentes, lo que a largo plazo se traduce en beneficios para toda la sociedad.
La inversión en infraestructuras debe ser estratégica y sostenible, asegurando que las obras tengan calidad y perduren en el tiempo. Además, la colaboración entre el sector del transporte, el comercio y las autoridades puede ser determinante para que los proyectos viales respondan a las necesidades de quienes los usan a diario. Cuando el sector privado está bien regulado y supervisado, puede convertirse en un aliado estratégico en la mejora de la red viaria.
El mantenimiento de las carreteras es una necesidad fundamental para garantizar la seguridad, la movilidad y el desarrollo económico. Aunque la protesta ciudadana ha servido para visibilizar el problema, la verdadera solución requiere inversión eficiente, planificación sostenible y colaboración entre los sectores público y privado. Las asociaciones público-privadas, los contratos de mantenimiento y la innovación tecnológica pueden ser claves para asegurar una infraestructura vial de calidad y duradera.
La implicación de todos los actores –gobiernos, empresas y ciudadanos– es esencial para lograr avances concretos y mejorar las condiciones de las carreteras, beneficiando así a conductores y a la sociedad en su conjunto.
¿Será posible circular por carreteras libres de baches?

No importa por qué carretera se circule, ya sea de titularidad local, provincial, autonómica o estatal: el drama cotidiano de quienes se enfrentan a vías en mal estado está presente. Es como un juego involuntario de habilidad: esquivar baches, adivinar su profundidad cuando están llenos de agua y cruzar los dedos de noche para no caer en una trampa inesperada.
Las iniciativas de protesta, como plantar vegetación en los hoyos, tienen un impacto visual y simbólico poderoso. Llaman la atención y generan conciencia, pero, como bien sabemos, no resuelven el problema estructural de un mantenimiento deficiente. Para lograr cambios reales, suele ser necesaria una presión constante de la ciudadanía, denuncias organizadas y exigencias a las administraciones responsables.
El mantenimiento viario no es solo una cuestión de comodidad para los conductores, sino un pilar fundamental para la seguridad y el progreso económico. Una red de carreteras bien conservada permite un transporte más eficiente, reduce costes logísticos y evita accidentes, lo que a largo plazo se traduce en beneficios para toda la sociedad.
La inversión en infraestructuras debe ser estratégica y sostenible, asegurando que las obras tengan calidad y perduren en el tiempo. Además, la colaboración entre el sector del transporte, el comercio y las autoridades puede ser determinante para que los proyectos viales respondan a las necesidades de quienes los usan a diario. Cuando el sector privado está bien regulado y supervisado, puede convertirse en un aliado estratégico en la mejora de la red viaria.
El mantenimiento de las carreteras es una necesidad fundamental para garantizar la seguridad, la movilidad y el desarrollo económico. Aunque la protesta ciudadana ha servido para visibilizar el problema, la verdadera solución requiere inversión eficiente, planificación sostenible y colaboración entre los sectores público y privado. Las asociaciones público-privadas, los contratos de mantenimiento y la innovación tecnológica pueden ser claves para asegurar una infraestructura vial de calidad y duradera.
La implicación de todos los actores –gobiernos, empresas y ciudadanos– es esencial para lograr avances concretos y mejorar las condiciones de las carreteras, beneficiando así a conductores y a la sociedad en su conjunto.
¿Será posible circular por carreteras libres de baches?
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