SALUD
Las olas de calor y el estrés térmico están cambiando nuestros hábitos de cuidado de la piel
El verano aún no ha comenzado oficialmente, pero España ya ha registrado su primera ola de calor en mayo, batiendo récords de temperatura para ese mes. Este fenómeno confirma una tendencia climática que obliga a replantear cómo protegemos nuestra piel frente a condiciones cada vez más extremas. Los expertos advierten que el estrés térmico no solo aumenta el riesgo de deshidratación y sequedad, sino que también puede agravar afecciones como el eccema, la rosácea o el sarpullido por calor.
Según la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), este mayo ha sido el más caluroso desde que existen registros, un indicio de que los veranos se están volviendo más largos e intensos. Este calor persistente genera un estrés térmico que afecta directamente a la piel, alterando su barrera natural y su microbioma, el ecosistema de microorganismos que la protege. Además, la exposición prolongada al sol y las altas temperaturas aceleran la producción de radicales libres, responsables del envejecimiento prematuro y la inflamación cutánea.
La Dra. Daniela Silva, especialista en Medicina Interna y E-Health Medical Manager de Cigna Healthcare España, explica que "el calor extremo va más allá de la simple exposición solar. La piel necesita una rutina adaptada que refuerce su hidratación, protección y limpieza, utilizando productos específicos que preserven su equilibrio". Entre sus recomendaciones clave está el uso diario de protector solar SPF 50, incluso en días nublados, y la elección de limpiadores suaves que no dañen el microbioma.
Pero el cuidado no se limita a lo tópico. Los expertos insisten en la importancia de adaptar la alimentación para combatir los efectos del calor desde dentro. Incluir alimentos antiinflamatorios, como el té verde o el aloe vera, y reducir el consumo de ultraprocesados ayuda a mantener la piel saludable. Además, micronutrientes como el magnesio, el zinc y el selenio —presentes en frutos secos, legumbres y semillas— fortalecen la barrera cutánea y favorecen su regeneración.
En las ciudades, donde el calor se combina con la contaminación, el daño puede ser aún mayor. La polución acelera el envejecimiento y la inflamación, por lo que los antioxidantes tópicos, como la vitamina C, y las limpiezas profundas se vuelven esenciales.
Ante un clima cada vez más extremo, cuidar la piel ya no es solo una cuestión de estética, sino de salud. Adaptar nuestros hábitos será clave para protegerla en los veranos que vienen.

El verano aún no ha comenzado oficialmente, pero España ya ha registrado su primera ola de calor en mayo, batiendo récords de temperatura para ese mes. Este fenómeno confirma una tendencia climática que obliga a replantear cómo protegemos nuestra piel frente a condiciones cada vez más extremas. Los expertos advierten que el estrés térmico no solo aumenta el riesgo de deshidratación y sequedad, sino que también puede agravar afecciones como el eccema, la rosácea o el sarpullido por calor.
Según la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), este mayo ha sido el más caluroso desde que existen registros, un indicio de que los veranos se están volviendo más largos e intensos. Este calor persistente genera un estrés térmico que afecta directamente a la piel, alterando su barrera natural y su microbioma, el ecosistema de microorganismos que la protege. Además, la exposición prolongada al sol y las altas temperaturas aceleran la producción de radicales libres, responsables del envejecimiento prematuro y la inflamación cutánea.
La Dra. Daniela Silva, especialista en Medicina Interna y E-Health Medical Manager de Cigna Healthcare España, explica que "el calor extremo va más allá de la simple exposición solar. La piel necesita una rutina adaptada que refuerce su hidratación, protección y limpieza, utilizando productos específicos que preserven su equilibrio". Entre sus recomendaciones clave está el uso diario de protector solar SPF 50, incluso en días nublados, y la elección de limpiadores suaves que no dañen el microbioma.
Pero el cuidado no se limita a lo tópico. Los expertos insisten en la importancia de adaptar la alimentación para combatir los efectos del calor desde dentro. Incluir alimentos antiinflamatorios, como el té verde o el aloe vera, y reducir el consumo de ultraprocesados ayuda a mantener la piel saludable. Además, micronutrientes como el magnesio, el zinc y el selenio —presentes en frutos secos, legumbres y semillas— fortalecen la barrera cutánea y favorecen su regeneración.
En las ciudades, donde el calor se combina con la contaminación, el daño puede ser aún mayor. La polución acelera el envejecimiento y la inflamación, por lo que los antioxidantes tópicos, como la vitamina C, y las limpiezas profundas se vuelven esenciales.
Ante un clima cada vez más extremo, cuidar la piel ya no es solo una cuestión de estética, sino de salud. Adaptar nuestros hábitos será clave para protegerla en los veranos que vienen.
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