SALUD
El estrés y el calor dificultan el descanso y deterioran el rendimiento cognitivo
El estrés y las altas temperaturas son dos de los principales enemigos del sueño reparador, y su combinación puede tener consecuencias negativas tanto físicas como mentales. Así lo advierten los expertos de Cigna Healthcare, quienes señalan que la alteración del descanso nocturno genera un estado de fatiga acumulada que afecta directamente a la memoria, la concentración, la regulación emocional e incluso al estado de ánimo.
Según el Cigna International HealthStudy, el 55 % de la población española identifica el estrés como el principal responsable de la interrupción del sueño, con mayor incidencia en mujeres y personas de entre 45 y 59 años. La Sociedad Española de Sueño (SES), por su parte, estima que alrededor del 30 % de los ciudadanos se despierta cada día sin haber descansado lo suficiente, una situación que puede comprometer el bienestar general y aumentar el riesgo de padecer trastornos físicos y mentales.
Uno de los factores ambientales más determinantes es el calor. Durante la noche, la temperatura corporal desciende de forma natural entre 0,5 y 1 ºC para facilitar el sueño. Sin embargo, cuando las condiciones térmicas no lo permiten, el cuerpo no logra relajarse adecuadamente, lo que provoca despertares frecuentes y una reducción de las fases profundas del sueño.
A ello se suma el impacto del estrés, que activa el sistema de alerta del organismo, incrementando los niveles de cortisol y adrenalina. Esta sobreestimulación dificulta conciliar el sueño y provoca interrupciones que impiden alcanzar un descanso reparador. La falta crónica de sueño no solo reduce la capacidad de atención y memoria, sino que también incrementa la irritabilidad, ralentiza los reflejos y, a largo plazo, puede derivar en trastornos como ansiedad o depresión.
La doctora Daniela Silva, especialista en Medicina Interna y E-Health Medical Manager de Cigna Healthcare España, subraya que “dormir no es un lujo, sino una necesidad fisiológica esencial para el equilibrio del organismo”. Añade que el descanso adecuado es tan prioritario para la salud como la alimentación y el ejercicio físico.
Entre las consecuencias más frecuentes de dormir mal destacan el deterioro de la memoria, la disminución de la concentración, alteraciones en la regulación emocional, la reducción de los reflejos y un mayor riesgo de sufrir problemas de salud mental. Por ello, los expertos recomiendan mantener una correcta higiene del sueño, estableciendo rutinas regulares, reduciendo la exposición a pantallas antes de acostarse y aplicando técnicas de relajación como la meditación o el mindfulness.
En definitiva, lograr un buen descanso no solo es clave para el rendimiento cognitivo diario, sino también para preservar la salud integral a largo plazo.

El estrés y las altas temperaturas son dos de los principales enemigos del sueño reparador, y su combinación puede tener consecuencias negativas tanto físicas como mentales. Así lo advierten los expertos de Cigna Healthcare, quienes señalan que la alteración del descanso nocturno genera un estado de fatiga acumulada que afecta directamente a la memoria, la concentración, la regulación emocional e incluso al estado de ánimo.
Según el Cigna International HealthStudy, el 55 % de la población española identifica el estrés como el principal responsable de la interrupción del sueño, con mayor incidencia en mujeres y personas de entre 45 y 59 años. La Sociedad Española de Sueño (SES), por su parte, estima que alrededor del 30 % de los ciudadanos se despierta cada día sin haber descansado lo suficiente, una situación que puede comprometer el bienestar general y aumentar el riesgo de padecer trastornos físicos y mentales.
Uno de los factores ambientales más determinantes es el calor. Durante la noche, la temperatura corporal desciende de forma natural entre 0,5 y 1 ºC para facilitar el sueño. Sin embargo, cuando las condiciones térmicas no lo permiten, el cuerpo no logra relajarse adecuadamente, lo que provoca despertares frecuentes y una reducción de las fases profundas del sueño.
A ello se suma el impacto del estrés, que activa el sistema de alerta del organismo, incrementando los niveles de cortisol y adrenalina. Esta sobreestimulación dificulta conciliar el sueño y provoca interrupciones que impiden alcanzar un descanso reparador. La falta crónica de sueño no solo reduce la capacidad de atención y memoria, sino que también incrementa la irritabilidad, ralentiza los reflejos y, a largo plazo, puede derivar en trastornos como ansiedad o depresión.
La doctora Daniela Silva, especialista en Medicina Interna y E-Health Medical Manager de Cigna Healthcare España, subraya que “dormir no es un lujo, sino una necesidad fisiológica esencial para el equilibrio del organismo”. Añade que el descanso adecuado es tan prioritario para la salud como la alimentación y el ejercicio físico.
Entre las consecuencias más frecuentes de dormir mal destacan el deterioro de la memoria, la disminución de la concentración, alteraciones en la regulación emocional, la reducción de los reflejos y un mayor riesgo de sufrir problemas de salud mental. Por ello, los expertos recomiendan mantener una correcta higiene del sueño, estableciendo rutinas regulares, reduciendo la exposición a pantallas antes de acostarse y aplicando técnicas de relajación como la meditación o el mindfulness.
En definitiva, lograr un buen descanso no solo es clave para el rendimiento cognitivo diario, sino también para preservar la salud integral a largo plazo.
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