Opinión
El fuego que paraliza
En los últimos días, hemos sido testigos de una tragedia que se repite con alarmante frecuencia que arrasan con todo a su paso, los incendios forestales. Estos fenómenos ya no son aislados ni estacionales. Se han convertido en una amenaza constante, alimentada por el cambio climático, la negligencia humana y la falta de planificación territorial. Cuando el fuego alcanza zonas habitadas o infraestructuras críticas, como las vías férreas, carreteras, etc. el impacto se multiplica. Miles de personas se quedan incomunicadas, desalojadas afectando a su movilidad, trabajo, servicios básicos... Ecosistemas que desaparecen en cuestión de horas, vidas truncadas, hogares destruidos, economías devastadas.
La solución no depende solo de gobiernos o expertos. Cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar. Desde evitar fogatas irresponsables hasta exigir políticas públicas eficaces, la lucha contra el fuego es también una lucha por el futuro. Porque cuando el bosque arde, no solo se quema la tierra, se quema nuestra memoria, nuestra identidad y nuestra esperanza. Y eso, sencillamente, no podemos permitirlo.
La solución no puede esperar, más prevención, más vigilancia activa, más educación ambiental y tecnología al servicio de la protección. Galicia necesita cortafuegos, no solo en el monte, sino en la política y en la conciencia colectiva. Porque cuando el fuego avanza, no hay margen para la indiferencia. No podemos seguir reaccionando tarde. Es hora de anticiparse.

En los últimos días, hemos sido testigos de una tragedia que se repite con alarmante frecuencia que arrasan con todo a su paso, los incendios forestales. Estos fenómenos ya no son aislados ni estacionales. Se han convertido en una amenaza constante, alimentada por el cambio climático, la negligencia humana y la falta de planificación territorial. Cuando el fuego alcanza zonas habitadas o infraestructuras críticas, como las vías férreas, carreteras, etc. el impacto se multiplica. Miles de personas se quedan incomunicadas, desalojadas afectando a su movilidad, trabajo, servicios básicos... Ecosistemas que desaparecen en cuestión de horas, vidas truncadas, hogares destruidos, economías devastadas.
La solución no depende solo de gobiernos o expertos. Cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar. Desde evitar fogatas irresponsables hasta exigir políticas públicas eficaces, la lucha contra el fuego es también una lucha por el futuro. Porque cuando el bosque arde, no solo se quema la tierra, se quema nuestra memoria, nuestra identidad y nuestra esperanza. Y eso, sencillamente, no podemos permitirlo.
La solución no puede esperar, más prevención, más vigilancia activa, más educación ambiental y tecnología al servicio de la protección. Galicia necesita cortafuegos, no solo en el monte, sino en la política y en la conciencia colectiva. Porque cuando el fuego avanza, no hay margen para la indiferencia. No podemos seguir reaccionando tarde. Es hora de anticiparse.
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