Día Viernes, 05 de Diciembre de 2025
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Fenómeno fan y redes sociales: claves para guiar a los adolescentes en la era digital
Acompañar a los adolescentes no significa prohibir ni vigilar, sino ayudarles a entender lo que sienten |Image licensed by © Ingram Image
El fenómeno fan ha acompañado a distintas generaciones, pero las redes sociales han cambiado por completo su alcance y su impacto emocional. Lo que antes se expresaba con pósteres o encuentros puntuales con los ídolos, hoy ocurre en tiempo real y con una intensidad mucho mayor. Los adolescentes pueden llegar a identificarse de forma intensa con sus referentes y, en algunos casos, desarrollar idealización o frustración cuando la realidad no coincide con sus expectativas.
“El vínculo entre fans y figuras públicas se ha vuelto más directo y emocional. Los jóvenes sienten que conocen a sus ídolos, que forman parte de su vida cotidiana. Esto puede ser positivo, porque refuerza el sentido de pertenencia, pero también peligroso si se convierte en una dependencia afectiva o en una fuente constante de comparación”, explica Carla Álvarez Llaneza psicóloga de Blua de Sanitas.
Esa conexión constante puede derivar en una implicación emocional desmedida. Cuando el adolescente se identifica en exceso con una figura pública, puede llegar a confundir admiración con pertenencia y sentir que cualquier crítica hacia su ídolo es una agresión personal. Este fenómeno genera en algunos casos reacciones extremas, como la necesidad de defender al referente con hostilidad o el rechazo hacia quienes piensan distinto. Todo ello amplifica la polarización emocional y social en las comunidades digitales.
“El anonimato y la falta de contacto cara a cara reducen la empatía y facilitan actitudes impulsivas o agresivas. Es más sencillo escribir un comentario hiriente o un mensaje de odio desde una pantalla que asumir las consecuencias de una confrontación directa. Además, los algoritmos tienden a mostrar contenido afín a las propias ideas, lo que alimenta la sensación de que ‘solo los míos tienen razón’ y dificulta el pensamiento crítico”, advierte Carla Álvarez Llaneza
Este fenómeno no se limita a adolescentes con baja autoestima o inseguridad previa. “Durante esta etapa, el cerebro está en pleno desarrollo y busca modelos con los que identificarse y construir su identidad. Las redes sociales amplifican ese proceso al ofrecer una exposición continua a figuras públicas y al generar una respuesta inmediata, a través de “me gusta”, comentarios o compartidos, que activa los circuitos de recompensa del cerebro”, añade Carla Álvarez Llaneza
Ante esta realidad, los expertos de Blua de Sanitas insisten en que acompañar a los adolescentes no significa prohibir ni vigilar, sino ayudarles a entender lo que sienten, cómo se relacionan y de qué manera influyen las redes en su forma de construir la identidad. Por ello, aconsejan:
Aumentar la comunicación con ellos. Escuchar lo que les gusta, lo que les preocupa o lo que viven en redes abre la puerta a comprender su mundo digital. Estas conversaciones permiten detectar si una admiración se está convirtiendo en dependencia o si existe malestar ligado a la comparación constante.
Fomentar el pensamiento crítico. Enseñarles a poner distancia entre lo que ven y lo que es real evita la idealización de sus ídolos y frena la polarización que a veces surge entre comunidades enfrentadas. Analizar con ellos cómo se construye la imagen pública o qué intereses hay detrás de ciertos mensajes les ayuda a mirar con más criterio y menos impulso.
Poner límites razonables. No se trata de eliminar las redes, sino de establecer rutinas y espacios sin pantallas. Hacer deporte, leer o compartir tiempo con amigos les permite reconectar con experiencias reales y recuperar la empatía, que con facilidad se diluye en la comunicación digital.
Reforzar su autoestima. Cuando un adolescente se siente valorado por lo que es y no por los “me gusta” que obtiene, disminuye la necesidad de aprobación externa. Reconocer sus logros y reforzar sus intereses personales fortalece su identidad y reduce la presión por encajar en comunidades virtuales.
Estar atentos a los cambios de conducta. Irritabilidad, aislamiento o desinterés por actividades habituales pueden ser señales de un uso problemático de las redes o de un conflicto emocional. Detectarlo a tiempo y, si es necesario, buscar apoyo profesional ayuda a prevenir un malestar mayor y a recuperar el equilibrio emocional.
“Si las pautas habituales no bastan o el malestar persiste, conviene buscar ayuda profesional. Los especialistas en salud mental adolescente y uso digital pueden orientar a las familias y a los jóvenes para que aprendan a manejar las emociones que surgen en su relación con las redes y con las figuras a las que siguen”, concluye Carla Álvarez Llaneza.
Acompañar a los adolescentes no significa prohibir ni vigilar, sino ayudarles a entender lo que sienten |Image licensed by © Ingram ImageEl fenómeno fan ha acompañado a distintas generaciones, pero las redes sociales han cambiado por completo su alcance y su impacto emocional. Lo que antes se expresaba con pósteres o encuentros puntuales con los ídolos, hoy ocurre en tiempo real y con una intensidad mucho mayor. Los adolescentes pueden llegar a identificarse de forma intensa con sus referentes y, en algunos casos, desarrollar idealización o frustración cuando la realidad no coincide con sus expectativas.
“El vínculo entre fans y figuras públicas se ha vuelto más directo y emocional. Los jóvenes sienten que conocen a sus ídolos, que forman parte de su vida cotidiana. Esto puede ser positivo, porque refuerza el sentido de pertenencia, pero también peligroso si se convierte en una dependencia afectiva o en una fuente constante de comparación”, explica Carla Álvarez Llaneza psicóloga de Blua de Sanitas.
Esa conexión constante puede derivar en una implicación emocional desmedida. Cuando el adolescente se identifica en exceso con una figura pública, puede llegar a confundir admiración con pertenencia y sentir que cualquier crítica hacia su ídolo es una agresión personal. Este fenómeno genera en algunos casos reacciones extremas, como la necesidad de defender al referente con hostilidad o el rechazo hacia quienes piensan distinto. Todo ello amplifica la polarización emocional y social en las comunidades digitales.
“El anonimato y la falta de contacto cara a cara reducen la empatía y facilitan actitudes impulsivas o agresivas. Es más sencillo escribir un comentario hiriente o un mensaje de odio desde una pantalla que asumir las consecuencias de una confrontación directa. Además, los algoritmos tienden a mostrar contenido afín a las propias ideas, lo que alimenta la sensación de que ‘solo los míos tienen razón’ y dificulta el pensamiento crítico”, advierte Carla Álvarez Llaneza
Este fenómeno no se limita a adolescentes con baja autoestima o inseguridad previa. “Durante esta etapa, el cerebro está en pleno desarrollo y busca modelos con los que identificarse y construir su identidad. Las redes sociales amplifican ese proceso al ofrecer una exposición continua a figuras públicas y al generar una respuesta inmediata, a través de “me gusta”, comentarios o compartidos, que activa los circuitos de recompensa del cerebro”, añade Carla Álvarez Llaneza
Ante esta realidad, los expertos de Blua de Sanitas insisten en que acompañar a los adolescentes no significa prohibir ni vigilar, sino ayudarles a entender lo que sienten, cómo se relacionan y de qué manera influyen las redes en su forma de construir la identidad. Por ello, aconsejan:
Aumentar la comunicación con ellos. Escuchar lo que les gusta, lo que les preocupa o lo que viven en redes abre la puerta a comprender su mundo digital. Estas conversaciones permiten detectar si una admiración se está convirtiendo en dependencia o si existe malestar ligado a la comparación constante.
Fomentar el pensamiento crítico. Enseñarles a poner distancia entre lo que ven y lo que es real evita la idealización de sus ídolos y frena la polarización que a veces surge entre comunidades enfrentadas. Analizar con ellos cómo se construye la imagen pública o qué intereses hay detrás de ciertos mensajes les ayuda a mirar con más criterio y menos impulso.
Poner límites razonables. No se trata de eliminar las redes, sino de establecer rutinas y espacios sin pantallas. Hacer deporte, leer o compartir tiempo con amigos les permite reconectar con experiencias reales y recuperar la empatía, que con facilidad se diluye en la comunicación digital.
Reforzar su autoestima. Cuando un adolescente se siente valorado por lo que es y no por los “me gusta” que obtiene, disminuye la necesidad de aprobación externa. Reconocer sus logros y reforzar sus intereses personales fortalece su identidad y reduce la presión por encajar en comunidades virtuales.
Estar atentos a los cambios de conducta. Irritabilidad, aislamiento o desinterés por actividades habituales pueden ser señales de un uso problemático de las redes o de un conflicto emocional. Detectarlo a tiempo y, si es necesario, buscar apoyo profesional ayuda a prevenir un malestar mayor y a recuperar el equilibrio emocional.
“Si las pautas habituales no bastan o el malestar persiste, conviene buscar ayuda profesional. Los especialistas en salud mental adolescente y uso digital pueden orientar a las familias y a los jóvenes para que aprendan a manejar las emociones que surgen en su relación con las redes y con las figuras a las que siguen”, concluye Carla Álvarez Llaneza.















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